Esta nota fue publicada en Brecha ayer por nuestro compañero Hoenir Sarthou.
Una mirada desde los padres
Por qué nuestros hijos no tienen clase
¿Por qué nuestros hijos no tienen asignados profesores? ¿Por qué los docentes faltan tanto? ¿Por qué hay tantas licencias por enfermedad? ¿Por qué no se nombran suplentes?
Hoenir Sarthou*
Estas eran las preguntas que un grupo de padres y de madres se hacían –nos hacíamos– el pasado 22 de mayo, durante la primera asamblea de padres de alumnos de enseñanza secundaria.
La reunión fue convocada por un pequeño núcleo de padres de alumnos, básicamente de tres liceos, el iava, el Zorrilla y el 56, pero congregó a más de 80 personas cuyos hijos estudian en distintos liceos de Montevideo y de al menos tres departamentos (Colonia, Rocha y Canelones).
Previamente a la realización de la asamblea, el núcleo convocante había creado un blog y se había entrevistado con Alex Mazzei, del Consejo de Secundaria, con el fin de hacerle conocer sus preocupaciones e interiorizarse sobre las causas del ausentismo docente y de la demora en proveer los cargos vacantes.
La aparición pública de padres de alumnos liceales, preocupados por la situación de sus hijos, es un hecho inusual. Por alguna razón, se produjo este año. Tal vez porque, a más de dos meses de iniciado el año lectivo, en muchos liceos se estaba perdiendo un altísimo número de horas de clase por falta de designación de los profesores, o porque los designados renunciaban a sus horas para asumir cargos en los institutos de formación docente u otras instituciones, o por abuso de licencias médicas, o por alguna de las numerosas razones que el "Estatuto del funcionario docente" contempla, como la realización de cursos, concursos o exámenes, el fallecimiento de casi cualquier familiar, licencias más o menos discrecionales con o sin goce de sueldo e incluso la posibilidad, prevista en el artículo 71, de faltar cinco días en el año por cualquier razón no prevista en el propio estatuto.
Esta "asunción de voz" por parte de un grupo de padres fue vivida por el sistema educativo con cierta inquietud. Para muchos docentes, la enseñanza es una tarea técnica en la que los padres no deben interferir. Para los funcionarios, tanto docentes como no docentes, y también para algunos jerarcas, el interés de los padres podía significar controles y eventuales denuncias. En cualquier caso, el sistema no tiene previsto que los padres opinen o intervengan en él. Al punto que las apal (asociaciones de padres previstas reglamentariamente) tienen terminantemente prohibido intervenir en la "labor técnica educacional y administrativa del liceo".
Por muchas razones, y en un proceso que ha insumido décadas, la enseñanza secundaria pública uruguaya se ha ido convirtiendo en una suerte de "tierra de nadie". Primero fue la dictadura, expulsando del sistema a excelentes profesores para sustituirlos por burócratas autoritarios y serviles. Eso determinó un primer éxodo de las capas sociales medias, que para preservar a sus hijos de la "pedagogía" militarizada se volcaron a la enseñanza privada. Después sobrevino el neoliberalismo, que buscó la privatización de todas las áreas de la vida nacional, incluida la enseñanza, y aplicó políticas de exclusión social que acentuaron el deterioro de la enseñanza pública y determinaron el éxodo de todo el que podía huir de ella. Durante todo ese proceso, no sólo la enseñanza pública sino toda la sociedad uruguaya dejaron de ofrecer a los jóvenes pobres un camino de inserción social y de realización personal. La enseñanza pública pasó a ser considerada una especie de "potrero para pobres", en tanto que los jóvenes que dirigirán la sociedad se forman en otro lado. Como respuesta, la juventud marginada creó la "cultura plancha", cultura que el sistema educativo desconoce y niega en la medida en que no ha aprendido a dialogar con ella.
Ese proceso fue mellando, ante todo, la confianza de autoridades, directores, docentes, alumnos y padres, en que su propio hacer tenga algún sentido. Resultado final: una gran desmoralizació n, la pérdida del sentido mismo de la actividad educativa, la ruptura de los lazos de respeto y confianza indispensables para que la educación sea posible, y una juventud pobre que se ve expulsada de los liceos, que nada pueden decirle sobre su vida real. Afuera del liceo, en la calle o en sus mismas casas, los espera la violencia, la pasta base, la explotación y, a algunos, la cárcel.
Por supuesto, hay entre los docentes valiosísimas excepciones. Hay jerarcas, directores y profesores que quieren su tarea y la cumplen con amor. Pero muchos otros simplemente perdieron la fe en lo que hacen.
Por si fuera poco, ese panorama desolador es escenario de las eternas luchas entre el poder "político" (Codicen, Consejo, jerarcas) y los sindicatos docentes.
En ese contexto conflictivo aparece la voz de los padres y madres, pretendiendo terciar en un debate que por mucho tiempo ha tenido sólo dos voces enfrentadas. Lo interesante es que su sola aparición propone un regreso al sentido originario de la educación, implícito en el nombre del blog: "primerolosmuchachos". Algo que de tan obvio parece casi olvidado. La educación no existe para garantía de los derechos de los docentes ni para el ejercicio del poder –democrático o no– de los organismos jerárquicos. Existe para que los chiquilines adquieran los saberes necesarios para integrarse a la sociedad y para interpretar y controlar sus propias vidas. Todo lo demás es accesorio.
El nuevo actor, todavía débil e incipiente, genera interrogantes. ¿Se mantendrá? ¿Tendrá la fuerza y la constancia necesarias para generar cambios?
Más allá de medidas indispensables, como la modificación del régimen de asignación de horas, ¿existe la voluntad de cambiar realmente a la educación? Es decir si, además de hacer que el sistema funcione, podrán todos sus integrantes lograr que recupere su verdadera y profunda función, como puerta hacia una vida adulta que tenga algún sentido.
Es una tarea de la educación. Pero no es sólo tarea de la educación.
* Abogado y periodista. Integra el grupo de padres Primero los Muchachos.
4 comentarios:
Los sindicatos son frentistas. El artículo es de neto cuño frentista,escrito desde un semanario frentista.
No representan a todos los padres, sino sólo a los frentistas,que a esta altura son sólo la mitad del país o menos. No saben lo qué pasa en los liceos, así que fastidian a los profesores sin conocer todos los padecimientos que pasan con los alumnos de mala conducta.Ocúpense de sus asuntos y dejen hacer a los que saben.
100% de acuerdo . Yo los quisiera ver tratando de trabajar como trabajamos la mayoria de los docentes en condiciones insalubres y soportando la falta de respeto permanente
Realmente parece que en Uruguay aparte de 3 millones de directores técnicos y otros, ahora somos 3 millones de docentes porque cualquiera puede opinar de educación y cómo debe ser ella como si nada, y el título en vez de profesor se llama "Padre y/o Madre", ya con tener un hijo alcanza para ser profesional de la educación y de cualquier política que se cruce por delante, señores padres VAYAN A ATENDER A SUS HIJOS con más cuidado sin tienen mucho tiempo libre y no saben en qué invertirlo, inviertan ese tiempo en estudiar ustedes mismos que hace falta.
Es asombroso ver comentarios como los que me anteceden. El problema es más complejo de lo que pensaba. Que docentes hablen de los padres que se acercan a aportar, y por que no a criticar, de la forma que lo hacen estos docentes no me extraña, pero si me asusta. Pero para quitarle dramatismo, esto me hace recordar a los comentaristas de futbol cuando una mujer opina, sobre tan varonil deporte, "la mandan a lavar a los platos". Si no somos capaces entre todos, con diferentes puntos de vistas, realidades, formaciones, roles, etc, de sacar adelante la educación pública de nuestro país, estamos fritos. Si comenzamos con las chacras, los corporativismos, los intereses menores en detrimento del interés general, no vamos a avanzar y los perjudicados serán los jóvenes. Ahora eso si, no nos hagamos trampas, si realmente queremos a la educación vamos a demostrarlo en el día a día y no en los grandes discursos y consignas.
Saludos
Ruben Cardozo
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